viernes, 23 de febrero de 2024

Archivo de fotos de Óscar López Rodríguez, el "Monstruo de Lolol"

Los crímenes de don Óscar Segundo López Rodríguez ya están bien documentados en el internet, por lo cual no serán narrados. Acá solo se archivan y recopilan todas las fotos disponible del "Monstruo de Lolol", en orden cronológico (en cuanto posible). He intentado mejorar su calidad con edición manual y una herramienta IA cuando posible.


La foto de mejor calidad disponible, y la única que muestra detalles de su cara. Lo más probable es que es una foto archivo del Registro Civil de Chile, usado en su carnet. Se nota su barbilla y largo moño, una posible referencia jesuita a sus delusiones mesiánicas.




Ambas estas fotos fueron tomadas en abril de 2012 para un artículo publicado para el diario local "El Mundo Rural" relatando su habilidad de andar en bicicleta con su perro copiloto. 


Versiones no recortadas de dos de la fotos anteriores. Desafortunadamente, no se encuentran disponibles en una calidad más alta.


La foto más icónica, hasta usada en su entrada de Wikipedia. Atrás de el se ve Edmundo Sepúlveda Marambio, en ese entonces editor de "El Mundo Rural", quien falleció en septiembre de 2014.



viernes, 16 de febrero de 2024

Un caso sin culpables: La historia de Ju-Eun Cho, la coreana descuartizada en La Dehesa


Ju-Eun Cho, la desafortunada protagonista de un homicidio sin culpables.

    A mediados del año 1990, en Recoleta, la secretaria Amalia Romero Barros (27) se subió a un taxi. Ahí ve a una mujer joven de rasgos orientales, algo no tan común en Chile. Ambas tomaron el mismo taxi de vuelta a casa. La mujer iba alterada, en un momento asustando de Amalia antes de disculparse por su comportamiento de mala educación. Además, se introduce. La joven, Ju-Eun Cho (24), también es una secretaría, y además trabajadora de la embajada de Corea del Sur. Amalia le preguntó como hablaba español tan avanzado, con lo cual la asiática le respondió: "Porque soy chilena, igual que tú". Al acercase a su destino, le reveló que vivía en un apartamento propiedad de la institución donde trabajaba. Al llegar a su casa, Amalia se olvidó de este encuentro, sin darle mayor importancia. 

    Un par de días después, Amalia pasó por coincidencia al lado de la embajada de Corea del Sur, ubicada en Las Condes, y decidió darle una visita a la joven Ju-Eun. Tras esperar unos quince o veinte minutos, la alcanzó a ver otra vez, sorprendida por la visita de su nueva amiga. Al preguntarle si la estaba molestando, la coreana le contó que andaba muy ocupada; Tenía que timbrar más de quinientos pasaportes esa tarde, pero quedaron en juntarse para almorzar juntas el día siguiente. En esa cita, Amalia le contó sobre un trama personal. La habían despedido de su trabajo anterior por tener una relación íntima con un colega y había quedado cesante estos últimos meses. Al enterarse que la mujer tenía conocimientos de Inglés, le ofreció conseguirle un trabajo temporal como recepcionista en la misma embajada. 

    Durante las próximas semanas, las dos trabajadoras se hicieron amigas. Amalia aprendió sobre como el padre de Ju-Eun trabajaba en Arica como comerciante, y como ella pasaba su tiempo libre buscando mercadería en varias tiendas para mandársela por encomienda para que la revendiera. Amalia relata que la trabajadora oriental fue su primera amiga de adulta, y que compartieron una relación amistosa profunda. Salían juntas, iban al cine juntas, hasta planeaban vivir juntas en un apartamento; Ju-Eun buscaba mudarse del apartamento municipal (el cual compartía con varias otras mujeres) y Amalia buscaba alejarse de su madre, a veces descrita como una mujer dominante. Sus sueños se acercaban más y más; Pronto serían mujeres verdaderamente económicamente independientes. Pero todo eso cambió cuando la pareja conoció a Eduardo.

    Eduardo Belmar, un santiaguino, se hizo amigo de las mujeres en un bar, impresionándolas con su ocupación de médico. Más aún, uno de sus familiares trabajaba como abogado, especializado en el área de propiedades; Sería perfecto para conseguirles una vivienda. Varias semanas después, los invitó a ambas a restaurante, asegurando que lo iba a acompañar un amigo. Vino solo, molestando a Amalia. De Mientras la noche avanzaba, Ju-Eun invitó a Eduardo a bailar. Un tiempo después, vuelve a su amiga Amalia, enojada sin razón alguna. Los obliga a pagar y se van a su casa, sin explicar su aparente molestia ante Eduardo.

    De ahí, Eduardo y Ju-Eun tendrían una relación misteriosa. El iría más y más seguido a ir a visitarla en su oficina. A veces salía contento, a veces enojado, a veces indiferente. Ju-Eun se negó a contarle de qué se trataban las conversaciones realizadas en su espacio de trabajo. Los temas y emociones que ocurrieron ahí se han perdido con la historia. Ju-Eun cambió su actitud frente a Amalia; Salía menos y menos con ellas, a veces irían a una cena y se negaría a comer. Tomó una actitud más callada, introvertida. En un momento, ella le confió a Amalia que Eduardo "no confiaba" en su amistad y que buscaba separarlas.

    El 26 de abril de 1991, Ju-Eun fue vista con vida por última vez por su amiga Amalia mientras salía de su trabajo de empleada. Meses después, pruebas de ADN comprobarían que el cuerpo descuartizado encontrado en La Dehesa poco tiempo después era el de ella. Durante una investigación póstuma, se interceptó una carta escrita en secreto de Eduardo para Amalia en octubre de 1991. Habían tenido un romance en secreto:

¿Hace cuánto tiempo que no te abrazo? Creo que la última vez que fui a Santiago fue en junio, a fines. Y tan poquito rato que estuvimos. Pero qué importa este esfuerzo pata estar juntos, si va a ser para toda nuestras vidas. Eso es lo que quiero; morirme al lado tuyo, aunque suene de teleserie. A veces me desespero, porque nos tenemos que cambiar de escondite a cada rato y no es fácil encontrar lugares para escondernos y más encima tratando de que no se nota. Nos ha costado mucho. Pero ya se va a arreglar todo y nadie va a estar en peligro.

    Pero lo más curioso de la carta era un segmento refiriéndose a un "trabajo" que hizo Eduardo, por el cual busca ser recompensado a través de amenazas violentas: 

Preciosa, no te olvides pasar a cobrarles la plata por el trabajo a esas minas de la casa blanca en La Dehesa, Tu mamá sabe la dirección. Amenázalas con mandar un anónimo a sus madres si no te sueltan la plata. Ellas ya están sanitas, como nuevas, sin dolor ni trámite. Mándamela toda, que tu mamá no se deje nada, a ella ya le pagaron. Si no las ubicas, pregúntale al Juan, él va todos los viernes en la tarde al bar de Suecia. Manda la plata como siempre por giro postal al nombre que te di y al Banco Santander de Valdivia. 

    Rumores han volado. Algunos dicen que tenía líos con la mafia, que su novio coreano se había escapado del país el día después del crimen, que Eduardo era un sicario, ninguno de estos confirmados. Investigaciones alcanzó a interrogar a Amalia y a su madre; Ambas contaron sobre la corta amistad que tuvo con la coreana, sin alzar sospecha alguna. Eduardo no pudo ser ubicado para un interrogatorio formal.

    Hasta hoy en día, es considerado un caso frío. No han habido detenidos ni imputados.

Fuentes: 

  • Libro: "El crimen de escribir", Editorial Planeta, noviembre de 1998, capítulo "El corazón coreano", pp. 109-127. Escrito por Carolina Díaz Toro.
  • Artículo: "Descuartizada de La Dehesa es la coreana Ju Eun Cho", La Tercera, 31 de octubre de 1991, p. 33
Nota: En los nombres coreanos, el apellido (en este caso "Cho") vendría primero. Esta redacción usa el occidental de nombres, ubicando el "Cho" al final del nombre del protagonista de esta historia, dado a que se encontraba viviendo en Chile por varios años y había adaptado este orden de nombres. 

viernes, 9 de febrero de 2024

El historial asesino de Manuel Tapia Vargas, triple homicida a los 18 años

Este artículo ha sido adquirido, escaneado, transcrito y subido a este blog para fines de archivo textual y fotográfico, sin intención de derechos de autor, por lo cual la publicación no ha sido modificada, aparte de unas correcciones ortográficas menores. Cuenta la historia de Manuel Tapia Vargas, el asesino en serie más joven de la historia de Chile, asesinando a tres personas, entre ellas un ex Carabinero y un ex detective, solo a los 18 años. 

Fuente: Artículo, "Triple asesino a los 18 años", de la revista Vea, edición N° 1.600, publicada el 29 de enero de 1970, páginas 16-17. Texto de Osvaldo Murray Quiroz. Fotos de Francisco de Silvestri Díaz

Triple asesino a los 18 años

    Mide apenas un metro 60. El pelo desgreñado, la ropa en desorden. El agua no corre con frecuencia por su cara. Un policía dijo de él que era apenas un pelusón tirado a grande. Pero este muchacho, que recién se empina en los 18 años de edad, es el autor de dos asesinatos y coautor de un tercero.

Tiene 18 años
    Vivía a salto de mata y su reino era la estación Mapocho, un barrio de gente apresurada en el día y de noctámbulos de noche. Un barrio donde las bocas pintadas recorren incesantes desde el anochecer en busca del cliente que ha de requerir sus servicios. Un barrio en que todos son bravos o, por lo menos, lo parecen. Forma parte del submundo del hampa, nadie sabe como se llama, todos le dicen el "Loco Manuel". El apodo se lo ganó por su decisión para acometer cualquier empresa, así sea el matar a alguien. Sus compañeros de fechorías le auguraban un gran porvenir entre la delincuencia. Y ese augurio se está cumpliendo. El "Loco Manuel" - Manuel Segundo Tapia Vargas - entró a la cárcel por la puerta ancha del crimen. Su entrada al penal estuvo aureolada con el cartel de los guapos: Tres asesinatos, que es mucho más de lo que se puede exigir para codearse con los "grandes". Lo vi llegar a General Mackenna hecho un guiñapo. Días después, presentado a los reporteros gráficos, mostró sus hechuras. Se puso de pie, los miró desafiante y posó con guapeza. 

    En el hampa, a los delincuentes que se dedican al "lanzazo" (robar carteras desde los bolsillos) los califican como los "livianos", tanto por la suavidad de la operación como porque, generalmente, son hombres que no atacan a su victima. Pero el "Loco Manuel" era la excepción que confirma la regla. Lanza y escapero, eran sus especialidades. Y por ello la policía no lo molestaba cuando se pesquisaba algún crimen en el sector Mapocho. Pero un día los investigadores de la Brigada de Homicidios cayeron en la cuenta que en un reducido sector de dos cuadras se habían cometido tres asesinatos en poco menos de dos años, tres asesinatos sin autor.

    La razzia policíaca se hizo la semana pasada en contra de los "livianos". Y los hombres que coman- da el inspector Pedro Espinoza Valdés dieron en el clavo.

El primer crimen

    La noche del 23 de febrero de 1968 el jubilado de Carabineros Avelino Fuentes Muñoz se tomaba el trago del estribo en el restaurante "Hércules", ubicado en la bohemia calle Bandera, a una cuadra de Mapocho. Terminado su trago, el ex carabinero pagó su consumo con un billete de 50 escudos. Recibió de vuelto cuatro billetes de diez mil pesos. En la puerta del negocio se encontraba el "Loco Manuel", que observaba a la clientela, a la espera de algún ebrio para robarle el dinero.

    El delincuente vio cómo Avelino Fuentes se retiraba con paso inseguro y lo esperó en la calle. La futura victima encaminó sus pasos hacia la calle San Pablo, sin saber que a sus espaldas le seguía el lanza. Fuentes dobló por San Pablo y frente al número 968 fue alcanzado por el "Loco Manuel". Este se había hecho acompañar por un pelusita de 14 años, apodado el "Chaguito". Los dos ladrones se acercaron al jubilado y mientras el "Chaguito" le sujetaba los brazos, el "Loco" le metió la mano al bolsillo en que le había visto guardar el dinero del vuelto. Pero el ex policía, pese a sus 70 años, reaccionó con presteza y tomó al ladrón por el cuello de la camisa.

    Al verse capturado, el delincuente sacó una cortaplumas de su bolsillo y sin mirar para atrás (estaba de espaldas a su victima) lanzó dos golpes rápidos. El arma se clavó en la región precordial de Avelino Fuentes, el que cayó pesadamente al suelo.

    Cometido el asesinato, el "Loco Manuel" se dedicó a vaciar los bolsillos del anciano, tarea en la que fue ayudado por un tercer lanza, Amelio Segundo Ortiz Segura - alias "El Zapatilla"- presenciado la escena. El cadáver fue despojado de que había su reloj pulsera y de la suma de cien escudos, que se repartieron como buitres, al lado de la víctima, que se desangraba rápidamente. Hecho el reparto se dieron a la fuga. El lanzazo se había convertido en cogoteo y asesinato.

La muerte del ex detective

    Comenzaba la madrugada del 11 de julio de 1969. La noche era fría y lluviosa. Hasta el café Santiago llegó un ex funcionario de Investigaciones, llamado Lautaro Bravo Núñez. Bravo era hijo de un inspector del servicio y había seguido la carrera de su padre. Pero dicen que nunca segundas partes fueron buenas y Lautaro Bravo, viviendo en el ambiente sórdido del hampa, se hizo delincuente. Una noche, el tristemente célebre "Zapatita" Farfán asesinó a balazos a un rival en amores y delitos. En la investigación salió a relucir el hecho poco grato para los detectives: Farfán andaba acompañado de Lautaro Bravo en el momento del crimen. Hasta allí llegó la carrera del policía y salió del servicio en forma deshonrosa. Había rebasado el margen de lo permisible. Y Lautaro Bravo se pasó a la trinchera enemiga sin vacilación alguna, es decir, se pasó oficialmente, puesto que ya hacia mucho tiempo que su placa de policía la usaba en ciertas maniobras poco limpias. Bravo comenzó a vivir una existencia preñada de odios y peligros Sus nuevos compañeros no olvidaron nunca que había sido uno de los odiados "tiras". Y éstos tampoco se olvidaron muy fácilmente que Bravo había sido policía y ahora estaba en el campo contrario. Por ello, cada vez que lo encontraban en pasos sospechosos, lo llevaban detenido. En buenas cuentas, no estaba bien ni con Dios ni con el Diablo.

    Sabedor que su pellejo no valía mucho, Lautaro Bravo no se despegaba de su pistola. Para sus nuevos "colegas" (los hampones), el arma era un seguro de vida, pero para sus ex colegas (los detectives) el arma era mal vista. Por tal causa cada vez que Bravo llegaba a algún negocio a beber, lo primero que hacía era entregar su arma al garzón.

    La noche del 11 de julio, Bravo llegó hasta el café Santiago, ubicado en calle General Mackenna 1030, a media cuadra del cuartel central de Investigaciones. Como era su costumbre, sacó el arma y se la entregó al mozo que le atendió. Se encontraba bebiendo cuando hizo su entrada un delincuente llamado Marcos Cáceres Retamales, pero más conocido como "El Crespo". Divisó a Bravo y se acercó a pedirle dinero. Lo hizo de muy mala forma, porque Bravo lo recibió a garabatos y ambos se enzarzaron en una agria disputa. Finalmente, el clásico desafío.

    "El Crespo" salló primero y Bravo aprovechó la coyuntura para pedirle su arma al garzón. No hubo palabras, tendió la mano abierta y el mozo le puso la pistola entre los dedos. Cuando llegó a la puerta, el ex detective observó que "El Crespo" estaba acompañado de varios otros delincuentes. Viéndose en inferioridad, hizo un disparo al aire, sobre las cabezas de quienes le esperaban, para amedrentarlos. Pero no contó con la astucia de su rival. Este se había hecho asesorar por el "Loco Manuel", el que surgiendo de un lado de la puerta le dio un golpe en la cabeza a Bravo con un palo. Entretanto, El Crespo" sacaba una cortaplumas. El ex policía salió a la calle para repeler el ataque y recibió un segundo palo en la mano que sostenía el arma, propinado ahora por Luis Pulgar; Al mismo tiempo, el "Crespo" le clavaba la cuchilla en el pecho. Acto seguido, el "Crespo" recogió la pistola y disparó sobre Lautaro Bravo, casi a boca de jarro.

    Días después del asesinato de Bravo, el "Crespo" se entregó al Juzgado y contó que él solo había muerto al ex policía porque éste lo extorsionaba. Pero la detención de "El Loco" Manuel puso las cosas en claro. Y vino el tercer crimen. A las seis de la madrugada del 6 de diciembre último, los obreros Luis Lamadrid Molina y Juan Barra Martinez salieron del café Santiago. En la puerta un grupo de pelusas, entre los que se contaba  el "Loco". Este vestía ajustado pantalón y Lamadrid le dio un agarrón en las nalgas, motejándolo de invertido.

    El "Loco Manuel" lo siguió en compañía del lanza y cogotero Moisés Mora Fuentes para vengar la ofensa. Los alcanzaron frente a la estación Mapocho y mientras el "Loco" asesinaba de una sola puñalada a Lamadrid, Mora dejaba gravemente herido a Barra. Luego huyeron, sin robarles nada.

    Con este tercer crimen, el "Loco" Manuel había conquistado su cartel de guapo. También conquistó una celda en la penitenciaría, donde tendrá a lo menos 20 años y un día para meditar.


Avelino Fuentes Muñoz, un jubilado de Carabineros, de 70 años de edad. 
Se resistió al "lanzazo" y recibió dos puñaladas.

El "Indio Pulgar", tan mala hierba como el "Loco Manuel". Ayudó a matar a Bravo.


Manuel Segundo Tapia Vargas
El "Loco Manuel"



Talquino demente asesinó a cuatro personas con rocas antes de ser abatido por Carabineros

Fuente: Artículo, " Demencial matanza colectiva ", de la revista Vea, edición N° 1.814, publicada el 18 de abril de 1974, páginas ...