Este artículo ha sido adquirido, escaneado, transcrito y subido a este blog para fines de archivo textual y fotográfico, sin intención de derechos de autor, por lo cual la publicación no ha sido modificada, aparte de unas correcciones ortográficas menores. Cuenta la historia de Manuel Tapia Vargas, el asesino en serie más joven de la historia de Chile, asesinando a tres personas, entre ellas un ex Carabinero y un ex detective, solo a los 18 años.
Fuente: Artículo, "Triple asesino a los 18 años", de la revista Vea, edición N° 1.600, publicada el 29 de enero de 1970, páginas 16-17. Texto de Osvaldo Murray Quiroz. Fotos de Francisco de Silvestri Díaz
Triple asesino a los 18 años
Mide apenas un metro 60. El pelo desgreñado, la ropa en desorden. El agua no corre con frecuencia por su cara. Un policía dijo de él que era apenas un pelusón tirado a grande. Pero este muchacho, que recién se empina en los 18 años de edad, es el autor de dos asesinatos y coautor de un tercero.
Vivía a salto de mata y su reino era la estación Mapocho, un barrio de gente apresurada en el día y de noctámbulos de noche. Un barrio donde las bocas pintadas recorren incesantes desde el anochecer en busca del cliente que ha de requerir sus servicios. Un barrio en que todos son bravos o, por lo menos, lo parecen. Forma parte del submundo del hampa, nadie sabe como se llama, todos le dicen el "Loco Manuel". El apodo se lo ganó por su decisión para acometer cualquier empresa, así sea el matar a alguien. Sus compañeros de fechorías le auguraban un gran porvenir entre la delincuencia. Y ese augurio se está cumpliendo. El "Loco Manuel" -
Manuel Segundo Tapia Vargas - entró a la cárcel por la puerta ancha del crimen. Su entrada al penal estuvo aureolada con el cartel de los guapos: Tres asesinatos, que es mucho más de lo que se puede exigir para codearse con los "grandes". Lo vi llegar a General Mackenna hecho un guiñapo. Días después, presentado a los reporteros gráficos, mostró sus hechuras. Se puso de pie, los miró desafiante y posó con guapeza.
En el hampa, a los delincuentes que se dedican al "lanzazo" (robar carteras desde los bolsillos) los califican como los "livianos", tanto por la suavidad de la operación como porque, generalmente, son hombres que no atacan a su victima. Pero el "Loco Manuel" era la excepción que confirma la regla. Lanza y escapero, eran sus especialidades. Y por ello la policía no lo molestaba cuando se pesquisaba algún crimen en el sector Mapocho. Pero un día los investigadores de la Brigada de Homicidios cayeron en la cuenta que en un reducido sector de dos cuadras se habían cometido tres asesinatos en poco menos de dos años, tres asesinatos sin autor.
La razzia policíaca se hizo la semana pasada en contra de los "livianos". Y los hombres que coman- da el inspector Pedro Espinoza Valdés dieron en el clavo.
El primer crimen
La noche del 23 de febrero de 1968 el jubilado de Carabineros Avelino Fuentes Muñoz se tomaba el trago del estribo en el restaurante "Hércules", ubicado en la bohemia calle Bandera, a una cuadra de Mapocho. Terminado su trago, el ex carabinero pagó su consumo con un billete de 50 escudos. Recibió de vuelto cuatro billetes de diez mil pesos. En la puerta del negocio se encontraba el "Loco Manuel", que observaba a la clientela, a la espera de algún ebrio para robarle el dinero.
El delincuente vio cómo Avelino Fuentes se retiraba con paso inseguro y lo esperó en la calle. La futura victima encaminó sus pasos hacia la calle San Pablo, sin saber que a sus espaldas le seguía el lanza. Fuentes dobló por San Pablo y frente al número 968 fue alcanzado por el "Loco Manuel". Este se había hecho acompañar por un pelusita de 14 años, apodado el "Chaguito". Los dos ladrones se acercaron al jubilado y mientras el "Chaguito" le sujetaba los brazos, el "Loco" le metió la mano al bolsillo en que le había visto guardar el dinero del vuelto. Pero el ex policía, pese a sus 70 años, reaccionó con presteza y tomó al ladrón por el cuello de la camisa.
Al verse capturado, el delincuente sacó una cortaplumas de su bolsillo y sin mirar para atrás (estaba de espaldas a su victima) lanzó dos golpes rápidos. El arma se clavó en la región precordial de Avelino Fuentes, el que cayó pesadamente al suelo.
Cometido el asesinato, el "Loco Manuel" se dedicó a vaciar los bolsillos del anciano, tarea en la que fue ayudado por un tercer lanza, Amelio Segundo Ortiz Segura - alias "El Zapatilla"- presenciado la escena. El cadáver fue despojado de que había su reloj pulsera y de la suma de cien escudos, que se repartieron como buitres, al lado de la víctima, que se desangraba rápidamente. Hecho el reparto se dieron a la fuga. El lanzazo se había convertido en cogoteo y asesinato.
La muerte del ex detective
Comenzaba la madrugada del 11 de julio de 1969. La noche era fría y lluviosa. Hasta el café Santiago llegó un ex funcionario de Investigaciones, llamado Lautaro Bravo Núñez. Bravo era hijo de un inspector del servicio y había seguido la carrera de su padre. Pero dicen que nunca segundas partes fueron buenas y Lautaro Bravo, viviendo en el ambiente sórdido del hampa, se hizo delincuente. Una noche, el tristemente célebre "Zapatita" Farfán asesinó a balazos a un rival en amores y delitos. En la investigación salió a relucir el hecho poco grato para los detectives: Farfán andaba acompañado de Lautaro Bravo en el momento del crimen. Hasta allí llegó la carrera del policía y salió del servicio en forma deshonrosa. Había rebasado el margen de lo permisible. Y Lautaro Bravo se pasó a la trinchera enemiga sin vacilación alguna, es decir, se pasó oficialmente, puesto que ya hacia mucho tiempo que su placa de policía la usaba en ciertas maniobras poco limpias. Bravo comenzó a vivir una existencia preñada de odios y peligros Sus nuevos compañeros no olvidaron nunca que había sido uno de los odiados "tiras". Y éstos tampoco se olvidaron muy fácilmente que Bravo había sido policía y ahora estaba en el campo contrario. Por ello, cada vez que lo encontraban en pasos sospechosos, lo llevaban detenido. En buenas cuentas, no estaba bien ni con Dios ni con el Diablo.
Sabedor que su pellejo no valía mucho, Lautaro Bravo no se despegaba de su pistola. Para sus nuevos "colegas" (los hampones), el arma era un seguro de vida, pero para sus ex colegas (los detectives) el arma era mal vista. Por tal causa cada vez que Bravo llegaba a algún negocio a beber, lo primero que hacía era entregar su arma al garzón.
La noche del 11 de julio, Bravo llegó hasta el café Santiago, ubicado en calle General Mackenna 1030, a media cuadra del cuartel central de Investigaciones. Como era su costumbre, sacó el arma y se la entregó al mozo que le atendió. Se encontraba bebiendo cuando hizo su entrada un delincuente llamado Marcos Cáceres Retamales, pero más conocido como "El Crespo". Divisó a Bravo y se acercó a pedirle dinero. Lo hizo de muy mala forma, porque Bravo lo recibió a garabatos y ambos se enzarzaron en una agria disputa. Finalmente, el clásico desafío.
"El Crespo" salló primero y Bravo aprovechó la coyuntura para pedirle su arma al garzón. No hubo palabras, tendió la mano abierta y el mozo le puso la pistola entre los dedos. Cuando llegó a la puerta, el ex detective observó que "El Crespo" estaba acompañado de varios otros delincuentes. Viéndose en inferioridad, hizo un disparo al aire, sobre las cabezas de quienes le esperaban, para amedrentarlos. Pero no contó con la astucia de su rival. Este se había hecho asesorar por el "Loco Manuel", el que surgiendo de un lado de la puerta le dio un golpe en la cabeza a Bravo con un palo. Entretanto, El Crespo" sacaba una cortaplumas. El ex policía salió a la calle para repeler el ataque y recibió un segundo palo en la mano que sostenía el arma, propinado ahora por Luis Pulgar; Al mismo tiempo, el "Crespo" le clavaba la cuchilla en el pecho. Acto seguido, el "Crespo" recogió la pistola y disparó sobre Lautaro Bravo, casi a boca de jarro.
Días después del asesinato de Bravo, el "Crespo" se entregó al Juzgado y contó que él solo había muerto al ex policía porque éste lo extorsionaba. Pero la detención de "El Loco" Manuel puso las cosas en claro. Y vino el tercer crimen. A las seis de la madrugada del 6 de diciembre último, los obreros Luis Lamadrid Molina y Juan Barra Martinez salieron del café Santiago. En la puerta un grupo de pelusas, entre los que se contaba el "Loco". Este vestía ajustado pantalón y Lamadrid le dio un agarrón en las nalgas, motejándolo de invertido.
El "Loco Manuel" lo siguió en compañía del lanza y cogotero Moisés Mora Fuentes para vengar la ofensa. Los alcanzaron frente a la estación Mapocho y mientras el "Loco" asesinaba de una sola puñalada a Lamadrid, Mora dejaba gravemente herido a Barra. Luego huyeron, sin robarles nada.
Con este tercer crimen, el "Loco" Manuel había conquistado su cartel de guapo. También conquistó una celda en la penitenciaría, donde tendrá a lo menos 20 años y un día para meditar.
Avelino Fuentes Muñoz, un jubilado de Carabineros, de 70 años de edad.
Se resistió al "lanzazo" y recibió dos puñaladas.
El "Indio Pulgar", tan mala hierba como el "Loco Manuel". Ayudó a matar a Bravo.
Manuel Segundo Tapia Vargas
El "Loco Manuel"